Estimados compañeros, con esta entrevista abrimos un nuevo espacio de debate, pero sobre todo de reflexión frente a diferentes temas que hacen a nuestro FA y a nuestro pueblo.
En esta primera oportunidad con una entrevista al sociólogo Gustavo Leal, quién realiza varios planteos interesantes que ayudan a pensar qué estrategia y en definitiva qué fuerza política es necesaria para arribar a los objetivos históricos de la izquierda.
Como siempre, esperamos sus comentarios.
Saludos fraternos
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Gustavo Leal, sociólogo: Aunque gobierne el Frente, el Uruguay no es de izquierda
publicado a la(s) 27/12/2011 08:58 por Semanario Voces
Maneja el lenguaje académico en
forma tan solvente como el político y muestra una apertura mental que revela
rápidamente que pertenece a la generación del relevo de la izquierda local. Su
trabajo de casi veinte años en el Abrojo
le ha permitido tener los pies en la tierra y su formación universitaria le ha
posibilitado analizar la realidad con instrumentos adecuados. Charlamos largo
rato y nos quedaron muchos temas en el tintero, pero la entrevista tuvo que
terminar, porque su rol de padre, lo obligó a ir a buscar a sus hijos a la
escuela pública donde concurren.
Por Alfredo García /
Fotos Rodrigo López
¿Cómo
te definís políticamente?
Soy
de izquierda.
El
pasado te condena.
Me
enorgullece. Soy del Frente y trato de aportar en lo que puedo. En general, la participación desde el ámbito
académico en la política a veces se ha hecho ríspida. Uno como académico aprende
a pensar sin tapujos y a veces eso genera ruidos. No es lo que políticamente se
espera. Lo que esperan algunos porque el poder genera una percepción de que uno
puede enmudecer a los demás, y que es necesario el silencio para mantener el
control.
A
nadie que esté en el gobierno, no importa quien esté, le gusta que haya
díscolos hablando.
En
eso, este gobierno en particular, por el presidente y su forma de ser, ha
abierto un espacio al debate, que a veces se lo malentiende, pero es la
naturaleza del ser humano poder ser libre.
El
primer período del FA era homogéneo, nadie decía nada.
Son
liderazgos distintos. El liderazgo de Vázquez es mucho más ordenado, previsible
en muchos aspectos, y con una lógica de discutir puertas adentro, lo que le da
una gran virtud que es que la gente aprende a que cuando hay un anuncio de un
ministro o del gobierno, es algo que ya está maduro. Tiene en contra que cuando
uno llega a ese punto, a veces es difícil poner la marcha atrás.
Este
otro modelo, lo que tiene es que permite poder construir en el proceso, y eso a
veces se vive como desorden, pero también puede ser sentido como un espacio de
oportunidad. En el mundo académico por ejemplo, este último modelo es un modelo
con lo cual los intelectuales se sienten más cómodos, a pesar de todo lo que se
dice, porque te permite el debate, te permite dudar. La idea de que los que
gobiernan dudan, está buena. Yo celebro que los que gobiernen duden, claro que
en un momento deben decidir, pero está bueno permitirse la duda, y desacralizar
el poder es una cosa buena.
No
se entiende mucho, Uruguay estaba acostumbrado a otro tipo de liderazgo y no se
entiende como juega el gobierno de Mujica.
Es
verdad. Este modelo de liderazgo es más abierto, también porque Mujica es el
jefe político de un sector dentro del FA, y Astori del otro. Vázquez, si bien
era socialista, y sigue siendo socialista del alma como dice, tuvo y tiene la
capacidad de tener una visión de liderazgo mayor y ser aceptado por unos y
otros. Siempre hay discusiones pero es un liderazgo más global y equidistante
de cada uno. Más equidistante en algunos momentos porque de última hay que pensar
que Vázquez, en el momento de la interna, jugó muy fuerte por uno de los
candidatos.
No
es equidistante como era Seregni.
Seregni
era muy distinto. En el FA, esos modelos de equidistancia se perdieron para
siempre, el Frente claramente va a ir
afianzando un modelo donde hay corrientes de opinión, como existen en los
partidos tradicionales, dos o tres, no hay más corrientes de opinión. Dentro de
esas corrientes, hay sectores, grupos, que por la tradición de izquierda muchos
se llaman “partidos” pero en definitiva son partidos que tendrían poco sentido
fuera del esquema del FA, son partidos muy atados, su existencia depende de que
participen de ese fenómeno particular que es el Frente Amplio.
A
veces parece que la izquierda precisa de alguien que “mande”, se dice que
Mujica no define.
Que
no define es relativo, si uno mira el caso polémico del impuesto a la tierra,
decidió y lo mandó. Bueno, permite que el ministro de Ganadería, exprese su
opinión que es en contra, no del fondo de la idea pero sí del mecanismo. A mi
no me parece mal que eso se discuta, creo que es sano, porque quizás el
mecanismo puede ser corregible, quien juega de esa manera también tiene mucha
seguridad, porque si uno es muy inseguro de su entorno, en general tapa la disidencia.
Yo
no podría decir que Tabaré mandaba más que Mujica, no lo veo así. Son estilos
distintos, y el próximo presidente que probablemente será Tabaré Vázquez, no va
a repetir exactamente el mismo modelo de liderazgo que tuvo antes, porque los
liderazgos son también según los tiempos históricos. En determinado momento
histórico se ejerce de determinada manera porque hay condiciones para hacerlo,
y en otra, las personas que tienen capacidad de liderar, pueden cambiar su
forma de liderazgo, no es cierto que el liderazgo es una herramienta fría, el
liderazgo es una capacidad. Creo que Vázquez en el próximo gobierno…
¿Estás
convencido que es él?
Sí.
Es
bueno que sea él.
Creo
que Vázquez sintetiza un proceso de acumulación histórica de la izquierda, como
lo sintetizó también Mujica. Los candidatos sintetizan un acumulado, y los
liderazgos no se inventan de un día para otro y no es cierto que se fabriquen,
no es homologable lo que pasó en Brasil a la situación uruguaya actual.
Me
parece que la izquierda no puede obviar que Tabaré Vázquez, desde que se hacen
mediciones de opinión pública, es el dirigente político con mayor nivel de
aceptación y popularidad desde 1990 hasta ahora, 21 años de manera
ininterrumpida, siendo el líder político más popular. Él dijo, “la biología y la circunstancia
política”, el punto central puede ser la biología, sería una torpeza de que se
fabricaran circunstancias políticas que no viabilizaran eso.
Además,
creo que el modelo de gestión de Vázquez no será exactamente el mismo,
probablemente va a ejercer un liderazgo habiendo incorporado los aprendizajes,
buenos y malos, que la izquierda tuvo en el primer y segundo gobierno.
Hay
errores que espero no se vuelvan a cometer, que cometió Vázquez o comete
Mujica, y ahí está el aprendizaje. Me parece que la renovación política tiene
que estar en el marco de las ideas y en el marco del programa. Una campaña
electoral se gana con liderazgo político, con buenas ideas y con personas que
tengan capacidad de aglutinar la izquierda y el centro en el Uruguay, y ese es
un fenómeno que me parece relevante.
¿La
izquierda, dónde debe renovarse?
Hay
un discurso finalista de la izquierda que se debería discutir. Me parece que el tema central de la renovación
es que la izquierda pueda entender cuál es el momento histórico que el Uruguay
está viviendo, y cuál es el espacio cultural que existe para determinado tipo
de cambios. Tengo la impresión de que el Uruguay no es de izquierda, aunque
gobierne el Frente, el Uruguay no es de izquierda.
Es
batllista.
Si,
tiene un perfume batllista fuerte. El Frente gana las elecciones, porque logra
aglutinar un conjunto de fuerzas políticas que aunque se sientan de izquierda,
porque es un tema de sentimiento, el programa que enarbola es una propuesta de
desarrollo nacional.
Entonces,
hay que tener mucho cuidado con la idea de pensar que porque hay siete años de
gobierno de izquierda, hay madurez como para dar un giro en la profundidad de
algunos instrumentos.
Creo
que en lo que hay que dar un giro es en la capacidad de generar mejor calidad
en las políticas.
La
izquierda llega al gobierno, en primer lugar por una coyuntura política muy
particular como la crisis del 2002, y por todo lo que hicieron mal los partidos
tradicionales.
Segundo,
por un proyecto de acumulación histórica que como decía Julio Castro en un
artículo que escribió en febrero de 1972 en Marcha, el Frente Amplio era el
fruto de una larga marcha.
Pero
no podés confundir que ganaste las elecciones por segunda vez con que el
Uruguay culturalmente sea un país de izquierda o socialista. Incluso dentro del
FA hay sectores que tienen intención socialista y hay otros que no se lo
plantean.
Porque
esa discusión es difícil de dar, luego de las cosas que han pasado, decir
“vamos a construir socialismo en el Uruguay”, ¿qué quiere decir eso? Es todo y
nada a la vez, son formulaciones a veces un poco de pancarta.
La
renovación en el Uruguay tiene que estar a partir de programas que tengan la
capacidad de desarrollar al país. Eso es una agenda de izquierda para estos
primeros años del siglo XXI.
No
creo que una agenda de izquierda sea discutir si hay que hacer una reforma
agraria o no, porque ese es un instrumento que estuvo en discusión en otro
momento.
A
veces se dice que se es más de izquierda por querer estatizar o tener un
frigorífico nacional, a mí eso no me dice nada que sea más de izquierda,
honestamente. No doy por hecho que una propuesta para estatizar un área del
Estado, sea más de izquierda, ese es un esquema antiguo. Creo que las políticas
que son más de izquierda son las que logran reducir las desigualdades en una
sociedad.
Hoy,
nosotros no tenemos una política de izquierda en la educación, por ejemplo.
No
tenemos política.
Tenemos
un sistema educativo donde el promedio de los chiquilines que van a primer año
de todos los liceos públicos, el 50% repite el primer año. Hay liceos en los
barrios de la periferia donde repite el 80%. Desde mi punto de vista, una
agenda de izquierda hoy es hacer del sistema de educación un potente
instrumento de igualación.
Porque
la izquierda se mide en la capacidad de realización y creo que la discusión
sobre algunos instrumentos tiene que estar en función del resultado.
La
izquierda debería discutir mucho más desde el punto de vista programático los
instrumentos de gestión. Porque cuando la izquierda discute programa discute
objetivos, pero no discute el cómo. Creo que una agenda de la izquierda con
carácter de renovación tiene que poner mucho énfasis en el cómo, porque los
cómo de cada una de las cosas son centrales, y hacen la diferencia
El
poder está en la gestión, dijo Mujica.
Si,
comparto, creo que el poder, la gloria y la tumba, las tres cosas. Me parece
que la sociedad uruguaya hoy es más exigente, ha transformado su percepción
sobre cómo tienen que ser las cosas, y es menos aguantadora de lo que la gente
cree.
Pasamos
desde 1998 al 2011, vivimos en trece años la peor crisis económica y el mejor
momento de la economía que jamás se ha visto en el Uruguay. Entonces, el que
diga que en el Uruguay no pasa nada, es porque no mira la sociedad. Este país
ha tenido un sacudón enorme en su estructura social, económica y estructura de
valores.
¿Valores?
Una
vez que el Uruguay salió rápido de la crisis económica, hay un sector de la
sociedad que ve con cierta insatisfacción, como pasa el tiempo con algunas
cosas. Hay un sector de gente joven en particular, que está convencido que hay
condiciones sociales y económicas para que las cosas se resuelvan más rápido.
El desarrollo tecnológico en el mundo ha generado mucho la percepción de que
hay cosas que se pueden hacer bien y en forma más rápida. Se ponen nerviosos
con que algunas cosas demoren y ahí hay una parte del electorado que votó al
FA, que tiene expectativas de realizaciones más rápidas, y me parece que hay
que poder poner el ojo en ese electorado que es el que vuelca la balanza.
¿Cómo
juega la oposición en eso?
La
derecha aún no ha encontrado con claridad un contra discurso pero lo está
elaborando, el factor Pedro Bordaberry es el que hay que mirar con mucha
atención. Ahí se está comenzando a elaborar un discurso sobre la eficacia y la
eficiencia en sí misma. Es el modelo Macri-Sarkozy-Piñera, el discurso “ellos
no saben hacerlo, nosotros sí”.
Entonces,
tenemos una oposición partida en dos,
hay una parte que estima que hay que hacer una oposición colaborativa, con
Larrañaga, y hay otro sector que es Bordaberry secundado por Lacalle que lo
acompaña que dice que hay que pararse del otro lado.
Bordaberry
tiene la tesis que hay que empezar a barrer desde la derecha al centro y creo que
es correcto. Larrañaga ha partido de pararse en el centro pero para ganar la
elección va a tener que barrer en algún momento hacia la derecha, y es lo que a
él le ha costado.
En
la medida que la gestión no sea exitosa, o que tenga problemas, ahí hay un
hueco que la derecha puede encontrar que es el discurso del “eficientismo”, el
nosotros sabemos hacerlo.
Están
apostando a eso:” limpiar Montevideo no es de izquierda o de derecha”
Hoy
la derecha no tiene un liderazgo en la capital, pero a la gente de Montevideo,
ese discurso le entra perfectamente. Haber tenido que sacar el Ejército a la
calle en diciembre del año pasado, es un síntoma del fracaso de la política,
cuando tenés que llegar a ese punto, luego de veinte años de gobernar la
ciudad, es grave. Cuando los problemas de gestión comienzan a hartar a la
gente, muchas veces se dan discusiones menos ideologizadas de lo que los
dirigentes políticos creen. Hoy a la gente de Montevideo lo que le interesa es
que la basura se recoja bien y que los contenedores no sean una mugre, y no le
vengas con que eso tiene algo que ver con la izquierda o la derecha porque
entras en una confrontación cutánea, no te aceptan que razones de esa manera. O
lo solucionás o lo solucionás, pero ya está, arreglá el problema. Si fracasas
en la gestión, comienza a plantearse la discusión en ese escenario, y creo que allí
se es más igual con el otro.
A
esas nuevas generaciones, la agenda hoy está muy relacionada con la gestión. Si
uno mira en otros países de América Latina, y Europa, las discusiones centrales
se dan en eso, y hay mucha gente que piensa que eso no es una discusión
ideológica, y creo que la izquierda se equivoca si piensa que discutir el cómo,
no es ideológico.
Fijate
el Promejora.
Es
una cosa increíble, ese plan representa un millón y medio de pesos, el
presupuesto de la ANEP son dos mil millones de dólares, corresponde al 0,0004%
del presupuesto. Entonces, ¿por qué estamos discutiendo todo esto? Por
incapacidad política y porque tenés tantos problemas en la gestión, que una
gota en el océano Atlántico te hace un maremoto y te comprás el maremoto. Es
increíble pensar que un presupuesto de dos mil millones de dólares pueda ser
alterado en su rumbo por esto.
Se
generaron circunstancias políticas en un vacío de gestión, porque hay
convencimiento social de que esto no funciona.
Corbo
tuvo una capacidad quirúrgica del punto de vista político espectacular, con un
artículo y 70 mil dólares en un presupuesto, está haciendo girar toda la
discusión del sistema educativo. ¡Chapeau!
Después
podemos discutir el Promejora, pero me
queda claro que no hay forma de sostener que un programa de esas
características…porque setenta mil dólares dividido veinte liceos, da un presupuesto para cada liceo de
unos tres mil quinientos dólares. Estamos discutiendo vintenes. Pero en un
momento de vacío, donde tenés indicadores muy malos, aparece otra vez la
gestión. Fijate qué es lo que se discute ahí, la gestión.
Siete
años de gobierno, con grandes carencias. Culturalmente hay rupturas muy fuertes en la sociedad y la izquierda no ha
sido capaz de encarar ese tema.
Los
procesos sociales y políticos tenemos que
verlos en una perspectiva larga. El Uruguay venía de 175 años de
gobiernos de partidos tradicionales y van siete años. En ese contexto, la
izquierda tiene la gran oportunidad de recrear un modelo de desarrollo con ese
perfume batllista en el siglo XXI. Ese debiera ser un objetivo central del
país. La izquierda debería establecer una estrategia para marcar a fuego un rumbo,
por lo menos durante unas cuantas décadas. Creo que hoy la izquierda tiene la
capacidad y las condiciones históricas de hacer las alianzas sociales
necesarias para eso, para poder establecer un proyecto nacional de largo plazo.
Esa es una visión de construir un programa frentegrandista, en el sentido
amplio que Sendic planteaba.
En
esa lógica, hoy no es el momento de achicar la cancha ni en aliados ni en
programas, porque en siete años todavía tenés una estructura de poder muy débil
en relación a muchos actores sociales.
La
izquierda debería dejar una herencia de nuevos actores sociales dinámicos en la
economía, como por ejemplo, un sector cooperativo fuerte, un sector de
trabajadores sindicalizados, un sector de empresarios nacionales, y para eso,
necesitás una base social.
Una
agenda de izquierda es discutir cuáles son las alianzas sociales para un
proyecto de desarrollo, y para eso tiene que ser una agenda que los contemple,
porque nadie se sube a un barco, si
saben que en el barco, en vez de abrazarte te van a golpear.
Tenemos
los reclamos corporativos.
La
inmediatez ha sido un gran enemigo de la izquierda en todos los procesos
políticos, la inmediatez y el infantilismo de izquierda, eso se traduce en
decir “lo quiero todo ya”.
Yo
no quiero todo ya, lo que quiero es tender los puentes necesarios para
construir aliados sociales que sostengan un proyecto de desarrollo. Para eso,
uno necesita amplitud, que otros ganen también, y una agenda pluriclasista.
Hoy,
el FA es una expresión policlasista, y tiene que tener un proyecto
pluriclasista. El proyecto de desarrollo nacional de esta etapa tiene que
incluir sectores sociales que tienen intereses que son contrapuestos, pero para
eso está la política.
Pensar
que es el momento de cerrar filas y achicar el marco de las alianzas, me parece
que está profundamente equivocado.
Ser
más de izquierda hoy es tener la capacidad de construir un proyecto de
desarrollo del Uruguay y para construirlo se necesita macroeconomía, políticas
sectoriales, que creo que están en el debe, y se necesita un modelo, un
liderazgo y alianzas. A veces me llama la atención como hay gente que piensa
que porque está en el gobierno no necesita alianzas, porque el clima del poder
te puede marear y llevar a pensar que lo que sos hoy, sos siempre, y en realidad
hoy sos fruto de una circunstancia y de una foto determinada, pero después los
sectores sociales se mueven y no hay lealtades históricas; eso es mentira. Esa
es otra idea vieja, la izquierda tiene la idea de que hay sectores que son
leales históricamente, y no sé de dónde lo sacaron. Las lealtades se
construyen. Hoy, un elemento estratégico para la izquierda es continuar en el
gobierno, eso no es un detalle; a veces hay gente que minimiza esa discusión,
obviamente no a cualquier precio pero es un tema central.
No
cierra el tema de las alianzas con un nuevo gobierno de Tabaré, que tú planteas
como irremediable, pensando en la relación de Vázquez con la oposición en el
periodo pasado.
Bueno,
son circunstancias políticas distintas, fijate que en el gobierno de Vázquez se
llevó adelante la reforma tributaria que implicó un golpe a ciertos sectores
sociales que son aliados históricos para un proyecto de cambio y hay que
mantenerlos. Pero era necesario, si uno mira en América Latina, no hay muchos
gobiernos de izquierda en este auge de gobiernos de izquierda en la región,
donde los primeros dos o tres años de gobierno hayan impuesto una reforma
tributaria. La Concertación en Chile, que era una alianza amplia, pasó veinte
años y no tocó eso, por ejemplo. Miremos Brasil para hablar de países grandes,
entonces, hay que valorar las cosas en su justo término. Ahora, me parece que
si el cómo es importante para la gestión, la izquierda se debe un debate
estratégico de cuál es la etapa.
Que
se plantea hacer en los próximos 10 años, por ejemplo.
Sí.
En eso es necesario ser intrépidos, tratar de enarbolar un discurso que le dé
sentido al Uruguay. Percibo que el Uruguay tiene un cambio anímico muy
importante.
Pasamos
en los últimos ocho años, donde la
discusión era si este país era viable a un escenario donde hoy la gente cree en
el Uruguay. Que hayamos revertido por tercer año consecutivo, en los últimos cuarenta,
la tendencia y que tenemos un saldo migratorio positivo, eso es de una
relevancia cultural brutal.
Hay
una transición del Uruguay como problema al Uruguay como oportunidad. Me parece
que falta que cristalice un proyecto de gestión política de cómo esa
oportunidad se transforma en realidad.
Ese
desafío central, que tiene la izquierda: construir una agenda del “cómo” y de
aliados y ser coherente con esa agenda de aliados, no puedo tener un discurso
de aliados en la campaña electoral y luego en la gestión querer tocar el cielo
con la mano cuando me plantee que esto era una larga marcha. Me parece que esta
discusión los principales dirigentes políticos del FA, la tienen bien agendada,
pero como hay poca densidad de discusión en los cuadros políticos, y en el FA
en general, y como hay una cantidad de decisores del presidente para abajo,
todo un staff enorme, a veces en esos niveles existe esa tentación del atajo, y
eso es parte de los ruidos.
Repito,
si nosotros como país, no advertimos primero de que son pocos los países que
pasan de un pesimismo a una euforia, tan rápido... Como sociólogo te doy dos
datos duros que avalan esta euforia; uno, el regreso al Uruguay que es un
problema estructural que hablaba de ese malestar. Dos, desde hace 30 años que
se hacen mediciones, de expectativa económica, y estos últimos tres años hay un
record histórico en cuanto a la expectativa que los uruguayos tienen sobre el
futuro. Por primera vez hay una expectativa altamente positiva de cómo será el
Uruguay para adelante.
¿Hay
tanto optimismo?
Esa
percepción de que el Uruguay puede ser viable, que tiene oportunidades, que
dejó de ser este enfermo medio crónico, y la cultura del “atalo con alambre”, que
es heredera de ese país que iba para atrás y para adelante, y su desarrollo no
estaba garantizado.
Acá,
si no se entiende que hay un sector dinámico del Uruguay que está reclamando una
cultura de gestión que abandone la cultura del alambre porque está convencido
de que esa cultura es parte de un Uruguay que ya está atrás, y más allá de que
sea cierto o no, hay un convencimiento social, de un grupo importante de la
sociedad compuesto por gente joven, por los nuevos electores, que tienen una
expectativa de que hay una oportunidad vital en el país, y que no aceptan
promesas diferidas.
Hoy
tenés un país con un dinamismo, que capaz que no se percibe con claridad, pero
los números indican una cantidad de fenómenos. Hoy hay un boom de la
construcción que es casi un 130% mayor al del ochenta. Todo eso, transforma la
sociedad.
Vuelvo
a repetir, para mí hay un tema central en el proyecto que es la gestión, hay un
país nuevo que está naciendo con un conjunto de expectativas que rechaza las
respuestas del “voy tirando” y que exige
claridad en los rumbos, en los proyectos, porque está convencido y porque la
izquierda lo ha convencido de que estamos bárbaro. Entonces, por eso es
importante esto, y por eso la gestión es ideología.
¿Cómo
solucionás la problemática de ese sector de la población marginada que tiene
otros códigos?
Hay
un sector de la sociedad que se ha consolidado como el Uruguay excluido, que se
ha concentrado territorialmente en un anillo del área metropolitana, en un 80%,
y en algunas ciudades, como Salto, Maldonado, Rivera, Paysandú, donde hay
pobreza y marginalidad cultural dura. En otros lugares hay pero no es un
fenómeno tan grande. Estadísticamente, el 80% del problema está en el anillo
metropolitano. Once barrios.
Ahí,
a todos los problemas sociales, se les sumó un perímetro territorial, en parte
por algo que la izquierda debiera procesar una autocrítica en algún momento,
que es el fenómeno de las ocupaciones de tierra de los noventa. Eso generó un
proceso en la ciudad bastante complejo.
Generó
más problemas que soluciones.
Fortaleció
la construcción de ciertos espacios de ghetto a nivel social. Creo que la forma
de revertir parte del problema de integración social que existe con los
sectores más excluidos, es “construir ciudad”.
Hay
una fase de las políticas de asistencia para que determinados sectores se
mantuvieran y siguieran viviendo, pero esa fase de estabilización se ha
cumplido. Independientemente de que creo que está bien que haya políticas
focalizadas de transferencia como las Asignaciones Familiares, creo que hay que
imaginar una estrategia de inclusión social en base al territorio.
¿Cómo
se hace?
En
la educación por ejemplo, en esos 11 barrios donde se concentra el 80% de los
jóvenes que no estudian ni trabajan, el problema no es del liceo. Cuando todas
las propuestas para la reforma educativa están del aula hacia dentro,
seguramente fracasan. Hay que construir una institucionalidad que pueda pensar
el territorio como una unidad de acción, porque eso no es un tema ni municipal
ni de cada uno de los ministerios.
Entonces,
ahí lo que hay que hacer es una estrategia de acupuntura urbana y social en los
territorios, focalizando en 14, 15 territorios claves, un desembarco del Estado
en los lugares donde hay un Estado fracasado. Porque, ¿qué es un barrio donde
el 60% de los jóvenes repiten 1er año?, ¿dónde el 20% de la repetición del
primer año de escuela concentra el 70% en esas zonas?, ¿dónde la mayor parte de
las madres adolescentes que no controlan su embarazo también son de esos
lugares? Ahí tenés un territorio donde
el Estado fracasó en su capacidad de generar inclusión. Ahí hay que construir
ciudad. Hay que pensar, incorporar la dimensión urbana y del cemento a las políticas
sociales.
Explicalo
un poco más.
Muchas
veces, se ha contrapuesto la idea de la obra de infraestructura con las
políticas sociales, porque somos herederos de una lógica de pensar el MTOP como
un ministerio carretero, de obra civil, de obra para la circulación. Necesitamos
pensar políticas donde el Estado desembarque en determinados lugares con
infraestructura para la convivencia, que pasa por iluminación veredas, parques,
bancos, teatro, cines. ¿Por qué no hay cines en la periferia? Lugares donde haya
alta calidad para los que más necesitan, donde tengamos centros de estimulación
temprana para los niños, y estéticamente bellos.
El
fenómeno de la estética es un elemento que debemos incorporar en el diseño de
las políticas, porque acá hay una historia terrible, que es pensar que los
pobres tienen mal gusto, y eso no es cierto, y además, que los pobres no
aprecian las cosas lindas. Yo pensaría en esos 14 barrios, un desembarco donde
haya una plaza como la plaza Líber Seregni, donde tenga un centro cultural, con
sala de teatro, con lugares para ensayar música, bibliotecas, etc. Donde
alguien que vive en el Parque Rodó tenga ganas de ir un día a ese lugar porque
es lindo, y se tenga que trasladar al Cerro. Estamos construyendo esta idea de
una ADN social “G.C.U.”.
¿Qué
es eso?
Gente
Como Uno, yo me vinculo con gente como yo y al otro como lo dejo de conocer y
no me encuentro con él, le tengo miedo. Acepto cosas como que no dejo ir a mi
hijo a jugar al parque a dos cuadras de mi casa. Hay que diseñar políticas cuyo
eje sea la convivencia, el contacto cara a cara, que la gente se encuentre,
porque esa es la llave para revertir el miedo, y la reversión del miedo hoy es
la llave para combatir la inseguridad, porque si la gente tiene miedo, actúa en
función de eso y por lo tanto, las conductas violentas en una sociedad con
miedo se acrecientan. La gente con miedo abandona los espacios, y cuando esos
espacios son abandonados, los toman otros, tan simple como eso. La forma de
revertir hoy es esta idea de urbanismo social, acupuntura urbana en el sentido
de transformar un lugar en un polo de atracción e invertir, pero no tres pesos,
sino invertir recursos de verdad. Si tengo que optar, me gustaría dar una
discusión sobre si no es necesario pensar que algunas obras importantes se
tengan que postergar, porque con una torre de Antel como la que hicimos en
1998, cien millones de dólares, en una estrategia de acupuntura urbana en la
periferia, la transformás. ¡Qué susto se da Montevideo! Transformar la piel de la
ciudad, porque justamente, la piel, la geografía, para mucha gente hay parte de
esa piel que se lastimó y hay que alejarse de ahí, no la toca, no la acaricia,
no circula, no va.
Hoy
Uruguay tendría la oportunidad de plantearse un programa de envergadura, donde
muchas de las cosas ya se hacen, están. No estoy diciendo que lo que se hace
está mal, digo que tendría que tener una focalización muy fuerte, una señal a estos sectores sociales. Una
política de esas características tiene un impacto directo -estoy convencido-,
en servicios sociales que hoy se subutilizan. Hay que tratar de convertir parte
de ese miedo, de esa intolerancia, en un discurso de la convivencia, de que se
puede, porque la gente cambia si ve señales que te estás ocupando. Dejá de
preocuparte y ocupate.
¿Es
viable?
Absolutamente, estuve en Medellín, viendo como
una ciudad logró bajar la pobreza y eliminar los carritos de la calle. ¿Por qué
nosotros no podemos hacerlo? El concepto no es hacer un salón comunal en un
asentamiento con chapas y bloque para que hagan ahí el velorio, la fiesta de
fin de año, etc., no. Lo que digo es que hay que hacer, como vi en algunos
lugares, la mejor cancha de césped sintético de la ciudad en los barrios más
pobres. La mejor y que sea pública. Hay que tener estructuras de producción
cultural para que la gente pueda participar de actividades culturales y ver y
gozar de la cultura, a los mejores. Hay que dar un salto en calidad en algunas
propuestas, me parece bárbaro que el carnaval llegue a todos los barrios, pero digo
por qué no se puede desarrollar algo de altísima calidad. Eso es dinero,
obviamente, pero eso es dignidad también. Me parece que hoy, para poder
revertir esa fractura, hay que desarrollar políticas en la piel de la ciudad.
Estas
discusiones no se dan en el ámbito político. ¿Cómo haces eso con esta fuerza
política de izquierda? ¿El FA tiene futuro como FA?
Absolutamente.
¿Con
estas características?
Creo
que sí, espero que sí. Cómo el FA discute esto, no sé, cómo se hace, te la
debo. No sé, pero creo que el proyecto del Frente es un proyecto histórico de
larga duración, y tengo confianza en la capacidad de esa organización política
casi única en el mundo, de poder procesar estas discusiones de tipo más
estratégico. Yo estoy tirando ideas, yo lo veo así desde el lugar que veo la
sociedad. Me parece que hay que encontrar los caminos. Parte del debate
cultural puede ayudar a decir que hay que ir por ahí. Creo además que hay que
fortalecer las organizaciones políticas. Es un ágora que no es la academia, hay
que diferenciar bien como discutís en un ámbito y en otro. Tengo la convicción
de que hay un acumulado histórico en el Uruguay, y una sensibilidad en el
frenteamplismo, que llegado el momento de ciertas definiciones va a encontrar
un cauce. Obviamente tiene contradicciones, por supuesto, pero no soy dramático,
pero a veces tanto vuelo conceptual y teórico sobre los problemas internos
terminan generando la convicción de que el problema interno es más importante
que lo de afuera, y yo te digo que no, te digo que la izquierda se mantiene
como proyecto si tiene capacidad de guiar un modelo de desarrollo cuyo norte
sea la igualdad.
Da
la impresión que la política son los politólogos por un lado, o pequeñas organizaciones políticas que
discuten en su mundo, ¿la política se ha elitizado en algunos aspectos?
Eso
según como lo miremos, creo que la sociedad uruguaya discute y analiza mucho la
política, es muy politizada. Esto no quiere decir que esta discusión se vuelque
a los canales orgánicos de los partidos.
Segundo,
las organizaciones de izquierda tienen una dificultad de sintetizar la
discusión que se da en la sociedad, entre otras cosas porque tiene pocos
puentes con esa discusión.
No
necesariamente toda la discusión tiene que darse dentro del cascarón partidario,
pero tiene que haber puentes, y ahí hay un problema. La izquierda no siempre es
un alero que de calor al pensamiento estratégico, al pensamiento crítico, a la
discusión más de fondo pero sin discutir el agujero del mate. Creo que hay que
dar discusiones de fondo sobre el modelo, la coyuntura, sobre la gestión, y ahí
es donde uno va perfilando la izquierda que queremos. Tengo la impresión de que
se va a encauzar, y además, hay un relevo generacional natural, ahí sí por la
biología, que se da, y es en ese momento donde parte de estas cosas se van a
poder procesar con mayor profundidad. No quiero hacer futurología pero este
período 2014-2019, será un período donde se apagarán algunos motores, que han
impulsado el desarrollo de la izquierda hasta la fecha. Muchos pensaban que con
el primer gobierno de izquierda esos motores llegaban y se apagaban y han
demostrado que tienen una capacidad de resistencia muy alta.
Me
parece que hay que poder pensar otro tipo de cosas. Fijate qué interesante, hay
sociedades que estos temas los están discutiendo hace muchos años. En Colombia,
en 1964 sacaron una ley por la cual se prohíbe ocupar cargos públicos a
personas mayores de 65 años. Esa discusión es como una provocación, es desestabilizadora,
nos quedaríamos sin gobierno, sin la mitad del Parlamento. Hay que tener
cuidado con cierto infantilismo que existe en el impulso de la renovación. El
infantilismo en ese plano es que el explicita “que se vayan todos” y me parece
que eso es profundamente equivocado; no es así.
¿La
pérdida del gobierno sería un fracaso histórico?
Lo
es. No hay un determinismo de que ganes de acá a 50 años, pero me gustaría
escuchar algún argumento serio de que alguien diga que no es un fracaso perder
las elecciones, es un fracaso político.
Más
tarde o temprano te va a llegar.
Te
va a llegar, pero es un fracaso, el problema es diagnosticar las cosas como
son. Si el FA pierde las elecciones, es un fracaso, y creo que no las va a
perder, pero si pierde, el diagnóstico es que es un fracaso. Quien me diga que
no lo es, estamos probablemente mirando cosas distintas, tenemos expectativas
distintas, creo que el proyecto de la izquierda en esta etapa se construye
fortaleciendo la democracia y también ganando elecciones. Ese es un elemento
central. La renovación de las credenciales políticas por la ciudadanía. No
concibo la idea de decir: “perdimos las
elecciones pero igual estamos acumulando”. No veo qué, porque una esfera
central de la acumulación política en esta etapa es la acumulación institucional
y electoral, porque las transformaciones políticas de la izquierda las está
haciendo en el marco de las instituciones y de la democracia, y se ha aprendido
bastante a sangre y fuego que la democracia es probablemente una plantita que
hay que regar todos los días, y no es un detalle que haya o no democracia; es
parte constitutiva de la posibilidad de desarrollar un proyecto de izquierda. Un
proyecto de izquierda, desde mi punto de vista, no se desarrolla desde una
perspectiva autoritaria, se desarrolla en el marco democrático, y esto quiere
decir en el Uruguay de hoy que se hace ganando elecciones. Te soy firme con
esto, porque creo que no hay otro juego.
¿No
está el riesgo de que se “montevideanice” la gestión?
Pero
ahí se parte de la base de que eso quiere decir que se ha desgastado.
¿Ganás y? ¿Puede ser
que ganar se vuelva un fin en sí mismo?
Puede
ser que para algunos sí. El poder cultiva burocracia, gente que vive del Estado
y del gobierno, oficialista siempre, como el diario El País; ahora no. Esta idea
que nunca comulgué con ella que es la idea de la carrera política, no comparto
la política de esa manera, empiezo como edil, luego diputado, me parece que es una
cosa que no es de izquierda; no es lo que aprendí.
El
estar en el gobierno te desgasta, pero el antídoto para el desgaste es la
innovación, y la clave de la innovación es la duda, el no sentirte atado y la
pregunta.
Y
una fuerza política funcionando como usina de eso mismo.
Si,
como usina de eso y también la gestión reflexionando, porque tampoco hay que
dar por hecho: la gestión es la gestión, y entonces me profesionalizo en la
gestión, porque la gestión es ideología. Vuelvo al inicio, a mi no me sirve que
me digan que están en la gestión y que no discuten sobre política, pará, porque
la política es esto. La forma en como resuelvas o no la gestión de la
educación, hace a la política, sino ¿qué discuto? Me parece que el desafío está ahí pero soy
biológicamente optimista y tengo confianza en que hay posibilidades, no tengo
la idea, no cultivo un pensamiento trágico, los que cultivan ese pensamiento
son muertos en vida. Prefiero cultivar la erupción de las ideas, de la
propuesta, del creer que podés, que se puede, no infantilmente, pero cultivo la
izquierda optimista, no cultivo la idea del lamento y del llanto. Esa cultura
del lamento y llanto, le ha hecho mucho daño al pais, no quiero al “Uru-cry”.
Yo creo que hay posibilidades de pensar y construir un Uruguay feliz en el
sentido de felicidad pública.
¿Dos
defectos del gobierno actual?
Es
difícil, la dinámica del gobierno. Una precisión, hay una dinámica en el
gobierno y una dinámica de la gestión del presidente, que a veces se mezclan.
Creo que hay un problema que observo, es la exposición pública de algunas
discusiones que son desestabilizadoras, y son políticamente muy riesgosas para
ese electorado del centro que decidió acompañar a la izquierda electoralmente,
pero no es de izquierda, y que no le gusta la sensación de confrontación
abierta en algunos temas. Ese es un problema, una cosa es habilitar la
democracia, las corrientes de opinión que siempre han existido, y la otra es
una actitud de estar dando la batalla final cada día y de tirar la piola a ver
qué pasa. Eso no está bien y afecta al gobierno, hablo de una actitud general,
pero es responsabilidad de toda la izquierda.
Lo
otro, es que hay temas que se han puesto en la agenda como temas centrales y
que no se ha visto un plan de desarrollo, por ejemplo, la reforma del Estado.
El tema más claro ahora es la educación, fue una bandera histórica de la
izquierda, del presidente, del vicepresidente, y ahí claramente hay un agujero
grande que lo peor es que no se sabe cuál es el fondo. No hay claridad por
donde empezar a salir.
PERFIL: tiene 43 años, nació en Tacuarembó. Fue al
Colegio Pío (escuela y parte del liceo). El Bachillerato lo cursó en el Liceo 9
en Colón. Ingresó a la Facultad de Ciencias Sociales, egresó como Licenciado en
Sociología, obtuvo una beca de UNESCO y realizó una maestría de “Comunicación y
Cultura” en la Universidad Católica. Estudió en Washington, y realizó una
maestría sobre Políticas sociales en el CLAEH.
Tiene dos hijos de 5
y 7 años. Trabaja en el Abrojo desde 1992. Estuvo en el Servicio Nacional de
Emergencias por un proyecto de Naciones Unidas por un año y medio. Se declara
ateo. Su compañera es maestra. Fue miembro del Frente Juvenil del MLN y se
alejó de esa organización cuando renunciaron en forma masiva sus integrantes.
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